EL FUTURO DE LA IZQUIERDA[6]
EN 1978, CON EL OCASO de la dictadura militar, el encuentro
entre la izquierda y las masas parecía natural: resultado de una
labor sindical que aunque sectaria, había sido tenaz y constante.
Pero el socialismo no es una segregación natural de la historia.
Siendo por encima de todo un proyecto, un ideal subjetivo, requiere de
una voluntad histórica para construirlo. Los desafíos a
esta voluntad fueron mayores en una época definida por el fin de
esos faros que habían alumbrando, años atrás, la
propuesta socialista. No hace mucho, el propio Enrico Bellinger ha debido
reconocer que ese ciclo histórico inaugurado por la revolución
de octubre llegaba a su fin. El llamado "socialismo real" parecía
alejarse cada vez más del reino de la libertad anunciado por Marx. I Lo mismo sucedió con la construcción del
socialismo. Había que crear ese concepto en el Perú partiendo
de las condiciones de una sociedad dependiente con una larga tradición
histórica pero con un significativo desarrollo del capitalismo.
Era necesario hacerlo partiendo también de una "clara visión
crítica del socialismo realmente existente", como señaló
Rodrigo Montoya. II Estamos viviendo una de las más duras crisis de la historia peruana. El país parece derrumbarse. En estas circunstancias Izquierda Unida hasta ahora sólo ha sabido proponer un carné y reclamar un voto: demasiado poco. Un proyecto incapaz de entusiasmar a cualquier peruano que llega a los 18 años y a quien esta sociedad no tiene nada que ofrecer. Oportunidad única para cualquier izquierda, pero hasta ahora, esta izquierda nuestra, parece estar por debajo del desafío. De la capacidad para diseñar una utopía, más que del porcentaje o del número de alcaldes y concejales, pende su futuro. Seducidos por la escena electoral y la democracia, la mayoría de sus líderes ha olvidado que su función no es únicamente solucionar tal o tal otro problema, sino conquistar el poder. Algunos, sin embargo, parecen más interesados en viajar, ejercer el turismo político, aprovechar de las ventajas que otorgan ciertas parcelas del poder, que pensar en abolir este orden social. En definitiva quiero decir que el gran riesgo de esta izquierda es convertirse en una columna más de un sistema deteriorado. Han dejado de pensar la sociedad desde los más miserables para pensarla desde el Parlamento o el municipio y no desde la barriada y la fábrica. La escena oficial, como diría algún sociólogo, ha reemplazado al movimiento popular. La capacidad revolucionaria del marxismo radica, por el contrario, en pensar a una sociedad desde abajo. III En efecto, desde abajo, para reencontrarse no sólo
con la espontaneidad del movimiento popular, sino además para emprender
la crítica radical de lo existente y para pensar la sociedad como
una totalidad. La izquierda ha reproducido la separación entre
el intelectual y el político. Hasta hace poco todos se vanagloriaban
de una cierta identidad entre izquierda e intelectuales, pero ahora cuando
abundan los tránsfugas y las deserciones, quizá sea el momento
adecuado para hacer el balance de una producción demasiado afincada
en los pequeños problemas, encerrada en parcelas que impedían
ver el conjunto y proyectarse hacia el futuro. Me explico con un ejemplo:
muchas monografías sobre el agro (desarrollo del capitalismo, economía
campesina, comunidades, etcétera) pero pocos trabajos que respondan
a preguntas cruciales como el destino del campo en la acumulación
del capital o el porvenir de los campesinos en el Perú. |