Queridos
amigos:
El 3 de febrero pasado fui asaltado sorpresivamente por una dolencia:
un glioblastoma multiforme en el lado izquierdo del cerebro. En
otras palabras, un tipo poco frecuente de cáncer que por
su difícil diagnóstico y ubicación requería
un tratamiento fuera del país. Gracias a los amigos pude
viajar para tratarme durante dos meses en New York (Presbyterian
Hospital). Tiempo después tuve que regresar una semana más
a ese mismo hospital.
Imaginarán lo costoso que fue todo esto. A pesar de la buena
voluntad de algunos funcionarios públicos, del Seguro Social
Peruano sólo recibimos promesas, que condujeron a dilatadas
reuniones, trámites y pérdida de tiempo. El Seguro
Social, además, apenas reembolsara parte de los gastos. Durante
varios meses, casi todos los días, debimos ir a una y otra
dependencia, buscar los papeles. Parte de nuestra documentación
se perdió, el resto daba vueltas por las oficinas y tontamente
nosotros también. Este engañó lleva ya diez
meses. Estuvieron a pesar de todo, amigos y, excepcionalmente, algunos
dirigentes nacionales que efectivamente quisieron ayudar, pero después
de casi un año no pudieron pasar de la intención.
Esto, sin embargo, es lo que más vale. El mío no es
un caso excepcional. Al Seguro Social no le interesa ayudar a nadie,
dificulta intencionalmente los trámites y la atención.
El Estado y su burocracia no sirvieron, hasta ahora.
En cambio los amigos sí. Por ellos pude viajar, hacer que
me atendieran y enfrentar los males. La amistad aquí no es
sólo una abstracción. Es un sentimiento cotidiano
y efectivo. Sin la intervención espontánea de mis
amigos no podría estar refiriendo esta historia, que me mostró
la riqueza de la amistad. Experimentar eso se llama ser solidarios.
Muchos intervinieron e inmediatamente armaron un gran movimiento
de solidaridad. Hubo desde quienes aportaron muy elevadas cantidades,
hasta quienes las monedas que tenían en el bolsillo. Otros,
sus visitas. Algunos sus palabras. Estuvieron también esos
niños a quienes se les ocurrió llegar con sus propinas.
Más importante fue verles y compartir su afecto. Lo más
movilizador fue la amistad. Conocidos y desconocidos de fuera y
dentro del país han intervenido. De España, Francia,
Inglaterra, Alemania y Estados Unidos llegaron colaboraciones. Con
ellos me he sentido no sólo peruano, sino parte de todos
los sitios. En estos momentos en el Perú cuando todo parece
derrumbarse, cariño y solidaridad me mostraron otros rostros
del país. Hubiera querido agradecer personalmente a cada
uno.
No importa que no se haya podido derrotar al cáncer. Perdí.
Perdimos. El final es ineludible. Me aguarda tarde o temprano, en
semanas más o menos la muerte. Pero lo trascendente es el
despliegue de apoyo que aún sostiene mi tratamiento y mi
familia, que acompaña a Cecilia, Carlos y Miguel, en los
momentos más difíciles. La solidaridad fue moral y
económica. Los amigos llegaron incluso a vigilar mi recuperación
en el hospital, apoyaron a mi esposa, atendieron y cuidaron a mis
hijos. Mi familia es pequeña, los amigos son muchos. He debido
rectificarme, dejar a un lado mi habitual pesimismo. Descubrir la
fuerza de la solidaridad.
Aunque muchos de mis amigos ya no piensen como antes, yo por el
contrario, pienso que todavía siguen vigentes los ideales
que originaron al socialismo: la justicia, la libertad, los hombres.
Sigue vigente la degradación y destrucción a que nos
condena el capitalismo, pero también el rechazo a convertirnos
en la réplica de un suburbio norteamericano. En otros países
el socialismo ha sido debilitado; aquí, como proyecto y realización,
podría seguir teniendo futuro, si somos capaces de volverlo
a pensar, de imaginar otros contenidos. Esto no es la moda. Es ir
contra la corriente. También debemos enfrentarnos a los cultores
de la muerte o a aquellos que sólo piensan en repetir las
recetas de otros países. El desafío creativo es enorme.
(¿Podremos?)
Es un desafío, además, donde están en juego
nuestras vidas y la edificación del país. (¿Una
sucursal norteamericana?) (¿Un país andino?) (¿Qué
hacer con el Perú?) (¿Será posible el socialismo?)
Hasta ahora, entre 1980 y agosto de 1989, se han producido 17,000
muertes. Asesinato de propietarios, obreros, desempleados, campesinos.
Todos tienen rostros y nombres aunque los ignoremos. Esto ha ocurrido
en un país "democrático", con el silencio
de la derecha pero también la inacción de la izquierda.
Muchos convertidos en espectadores. No sólo estamos frente
a desafíos económicos, sino también frente
a requerimientos éticos.
Ahora, muchos han separado política de ética. La eficacia
ha pasado al centro. La necesidad de críticas al socialismo
ha postergado el combate a la clase dominante. No sólo estamos
ante un problema ideológico. Está de por medio también
la incorporación de todos nosotros al orden establecido.
Mientras el país se empobrecía de manera dramática,
en la izquierda mejorábamos nuestras condiciones de vida.
Durante los años de crisis, debo admitirlo, gracias a los
centros y las fundaciones, nos fue muy bien y terminamos absorbidos
por el más vulgar determinismo económico. Pero en
el otro extremo quedaron los intelectuales empobrecidos, muchos
de ellos provincianos, a veces cargados de resentimientos y odios.
En definitiva lo que nos resultará más costoso es
haber separado moral de cultura. Socialismo es crear otra moral.
Otros valores.
A pesar de algunos intentos y ciertos personajes minoritarios, hemos
convivido con el despliegue del autoritarismo y la muerte. La mayoría
de los intelectuales y demasiados dirigentes políticos de
izquierda, hemos perdido la capacidad de vivir y sentir la indignación.
Supimos de tantos enfrentamientos como el de Molinos en el que entre
los subversivos no hubo presos, ni heridos, sólo 62 muertos
de los que el MRTA sólo reconoce 42. Estas son ejecuciones.
Nadie protestó, reclamó, denunció, se indignó.
Esta es una pérdida de moral en la izquierda. Como este hay
muchos otros casos. Nos hemos acostumbrado ha vivir así.
Nadie se atreve a decir que hay gran cantidad de muertos, ejecutados
inocentes por las fuerzas represivas. No se puede decir en público,
sin romper y colocarse fuera del "orden democrático".
Pero si no lo dicen todo empeora. Puedo decir todo esto con tranquilidad
y sin miedo. No temo lo que me puedan hacer. No deberíamos
aceptar el armamentismo que nos quieren imponer. También
nos hemos acostumbrado a los crímenes del otro lado. En este
clima no nos asombra que se quiera hacer proyectos de paz y desarrollo
imponiendo el orden de las fuerzas armadas. Imposición de
los dominadores.
No creo que haya que entusiasmar a los jóvenes con lo que
ha sido nuestra generación. Todo lo contrario. Tal vez exagero.
Pero el pensamiento crítico debe ejercerse sobre nosotros.
Creo que algunos jóvenes, de cierta clase media, tiene un
excesivo respeto por nosotros. No me excluyo de estas críticas,
todo lo contrario. Ha ocurrido sin discutirse, pensarse y menos,
interrogarse. Espero que los jóvenes recuperen la capacidad
de indignación.
Estos problemas ya han sido planteados, aunque sin éxito,
en otros sitios y tiempos. Fue el caso de los populistas. Nombre
para diversas corrientes que aparecieron en Rusia y otros países
de Europa Oriental desde mediados del siglo pasado. Al principio
enfrentados con Marx, quien luego admitió la posibilidad
de otra vía al socialismo que no implicara la destrucción
del mundo campesino. Hasta allí llegó. Los populistas,
a su vez, se diversificaron y enfrentaron entre sí. Desde
los legalistas hasta los que perfeccionaron la práctica del
terror. No tuvieron una sola línea y son vigentes por los
problemas que percibieron y las respuestas y polémicas que
desarrollaron. Planteados los problemas siguieron presentes hasta
cuando, tiempo después, se eliminaron todas estas discusiones
con los muchos desaparecidos o muertos por el estalinismo.
En el Perú sólo hemos pensado en una tradición
comunista, olvidando a quienes fueron derrotados pero que quizá
planteaban caminos que pueden ser útiles para discutir. No
buscar otra receta, hacernos una. En todos los campos. Insistir
con toda nuestra imaginación. Hay que volver a lo esencial
del pensamiento crítico, lo que no siempre coincide con mostrarse
digerible o hacer proyectos rentables. Es diferente pensar para
las instituciones o para los sujetos.
El socialismo no debería ser confundido con una sola vía.
Tampoco es un camino trazado. Después de los fracasos del
estalinismo es un desafío para la creatividad. Estábamos
demasiados acostumbrados a leer y repetir. Saber citar. Pero si
se quiere tener futuro, ahora más que antes, es necesario
desprenderse del temor a la creatividad. Reencontremos la dimensión
utópica.
El socialismo en el Perú es un difícil encuentro entre
el pasado y el futuro. Este es un país antiguo. Redescubrir
las tradiciones más lejanas, pero para encontrarlas hay que
pensar desde el futuro. No repetirlas. Al contrario. Encontrar nuevos
caminos. Perder el temor al futuro. Renovar el estilo de pensar
y actuar. Lo que resulta quizá imposible sin una ruptura
con esos izquierdistas excesivamente ansiosos de poder, apenas interesados
en lo que realmente sucede.
Sospecho que no hay tiempo indefinido. Desde el siglo XVI, las culturas
andinas excluidas y combatidas, han podido resistir cambiar y continuar.
Fueron derrotadas al terminar el siglo XVIII. Desaparece entonces
la aristocracia andina, se combate a la sociedad rural, se deporta
y extermina a sus miembros. Sin embargo subsistirá el mundo
campesino. En el siglo XX nuevos enfrentamientos. Primero a principios
de la década de 1920, después alrededor de 1960 y
ahora. El capitalismo no necesita de ese mundo andino, lo ignora.
Se propone desaparecerlo. Sobre todo ahora que tenemos nuevamente
un discurso liberal, repetitivo y dirigido contra las formas de
organización tradicionales. Dispone de instrumentos y posibilidades
que antes no tenía.
Esto ha sucedido en otros lugares, pero aquí no es inevitable
destruirlo.
Hay que proponer otro camino. Fue advertido por José María
Arguedas, pero desde su muerte han transcurrido veinte años
y nuestro desafío es cómo y de qué manera evitarlo.
La respuesta no sólo está en un escritorio. Exigirá
un cambio de vida. Lo que se proponía Arguedas en El Zorro
de Arriba y el Zorro de Abajo no era el regreso al pasado sino la
construcción de una nueva sociedad, donde:
"Todo eso es para ganar plata. ¿Y cuando ya no haya
la imprescindible urgencia de ganar plata? Se desmariconizará
lo mariconizado por el comercio, también en la literatura,
en la medicina, en la música, hasta en el modo como la mujer
se acerca al macho. Pruebas de eso, de lo renovado, de lo desenvilecido
encontré en Cuba. Pero lo intocado por la vanidad y el lucro
está como el sol, en algunas fiestas de los pueblos andinos
del Perú." (J. M. Arguedas, El Zorro de Arriba el Zorro
de Abajo, p.22, Lima, Editorial Horizonte, 1983).
Esto fue un proyecto formulado hace veinte años y que ahora
requiere que quienes se dedican al marxismo y las ciencias sociales
continúen con ese proyecto pensando en el futuro. Los científicos
sociales no lo piensan hasta ahora suficientemente. No hay que limitar
el horizonte del pensamiento a cosas locales. Ese libro de El zorro
de arriba y del zorro de abajo, en contra de lo que podía
suponerse, no se refiere a problemas locales, sino que aborda el
conjunto de la sociedad para incluir propuestas alternativas.
Fue hecho hace veinte años, repito. Sin embargo la izquierda
no ha podido todavía responder a ese desafío. Tiene
miedo ahora de enfrentar el futuro. En un país como este,
la revolución no sólo reclama reformas sino la formación
de un nuevo tipo de sociedad. En el país se ha comenzado
a discutir el lugar de los campesinos, colocándolos no sólo
como anécdotas, sino pensados como protagonistas. Hay que
discutir el poder, entonces no hay que discutir la producción
y los mercados, sino también dónde está el
poder, quiénes lo tienen y cómo llegar a él.
Cuestionar el discurso liberal. Los jóvenes lo pueden hacer.
Muchos somos viejos prematuros.
La derecha avanza en todos los terrenos. Quisieran estar listos
militarmente. También dan la ilusión de un nuevo discurso.
Un discurso en realidad cínico, que tiene tras suyo muchos
muertos. Pero esa derecha sigue siendo una suma heterogénea
de individuos con intereses particulares, muchas veces demasiado
vinculados al exterior. Tampoco tienen sólo un proyecto.
Por el contrario. Aparte de las discrepancias hasta ahora no asumen
la construcción de una sola alternativa. Pero para ser admitidos
esos izquierdistas que frecuentan más las recepciones que
las polémicas y cultivan los buenos modales, se visten a
la medida. En otro lado de la ciudad, las marchas, los enfrentamientos
callejeros, largos, agresivos se han vuelto frecuentes. Reclaman
respuestas urgentes. ¿Las buscamos?
La cuestión se plantea sólo como el dilema entre quienes
admiten la violencia y quienes optan por la vía legal. Así
como hace falta una nueva alternativa, es necesario pensar el camino.
Algunos creen que hay recetas ya establecidas y que apenas tienen
que aplicarlas. Cuando las revoluciones han tenido éxito
no ha sido así. Todo lo contrario, siempre han sido y serán
excepcionales.
El socialismo en el poder comenzó sorpresivamente en 1917,
hace sólo 70 años. Apareció apenas terminada
la primera guerra mundial en un país y en un lugar que se
suponía uno de los espacios más atrasados, donde no
se produciría uno de estos cambios sustanciales. Sin embargo,
allí surgió el socialismo que, años más
tarde, después de la segunda guerra mundial se expandiría
a otros territorios, al Asia, al Africa. La empresa capitalista,
en cambio, lleva ya algunos siglos de expansión. Las puertas
al socialismo no están cerradas, pero se requiere pensar
en otras vías. Una tercera, cuarta, quinta forma. Un socialismo
construido sobre otras bases, que recoja también los sueños,
las esperanzas, los deseos de la gente. Uno en el que se dé
cabida también a estas necesidades.
Se requiere de los intelectuales. Pero insisto, lo lamentable es
el desencuentro entre ellos y la militancia política. Aquí
también hay una responsabilidad de quienes han estado demasiado
preocupados por la lucha inmediata, la imposición de una
secta, la disputa del poder minúsculo. Así se envejece.
Será muy difícil que estemos a la altura de las circunstancias,
pero no todo está perdido. Pueden aparecer otros personajes.
Además, ya tenemos hijos. Ojalá pierdan admiración
y respeto esos jóvenes, y asuman lo que no ha podido ser
hecho. Pasar cuarenta años en este país es haber hecho
demasiadas transacciones, consentimientos, silencios, retrocesos.
Domesticados.
Algunos imaginaron que los votos de izquierda les pertenecían.
Pero las clases populares piensan, aunque no lo crean ellos. No
dan cheques en blanco. Recordemos cómo fluctúan las
votaciones. Los pobres no les pertenecen.
Pero el socialismo -insisto- exigirá para el futuro un cambio
radical en el discurso. Revolución no es sinónimo
sólo de violencia. Hace falta proponer una nueva sociedad
alternativa. Ahora es un poco tarde. En toda revolución siempre
hay un sector demasiado radical que aparece al final. Aquí
el desarrollo de los acontecimientos ha sido diferente. Ha surgido
primero y, no obstante empezar desde un sector reducido, ha conseguido
seguir existiendo y hasta incrementar sus seguidores. Ha aparecido
un sector demasiado radical, que ha derivado en el fanatismo, el
sectarismo y el crimen. Ha conseguido funcionar y por lo menos tener
un relativo éxito en ciertas regiones. Con el tiempo se ha
ido tornando más sectario y su acción política
ha derivado en una práctica contaminada con lo criminal.
Son capaces de eliminar a dirigentes populares, como hace la derecha.
¡Qué horrible! ¡Esta gente que era de izquierda!
Y los demás no se lo recriminan. Guardan silencio.
Aquí -como más o menos en otros espacios- no se puede
predecir y anunciar el futuro. El futuro no está cerrado.
Si doy esa impresión me corrijo. No hay una receta. Tampoco
un camino trazado, ni una alternativa definida. Hay que construirlo,
resultado de los múltiples factores: la experiencia de la
izquierda, los discursos del pasado, los nuevos problemas. Ahora
en el Perú hay demasiadas posibilidades contrapuestas. Los
enfrentamientos son más duros, con enormes costos de vidas,
pero los caminos siguen apareciendo. No es frecuente, pero queda
también la posibilidad de un socialismo masivo, revolucionario,
pero sin asesinatos.
En estos momentos podemos dividir el espectro político del
país básicamente en tres. Tenemos de un lado a la
derecha, aglutinada y representada por el FREDEMO, aparentemente
homogéneo en realidad con diversos intereses que pugnan en
su interior. Tenemos también a Sendero Luminoso y al MRTA,
uno transitando a la acción criminal y otro insuficientemente
creativo y sin propuesta social. Está también la Izquierda
Unida en el centro, entre uno y otro.Esta izquierda oficial, empeñada
en participar en las elecciones y en los mecanismos tradicionales
de poder, se aleja del movimiento popular, es étnica y culturalmente
distante de las mayorías populares. No puede sentir como
ellos y no los incorpora en los cargos dirigenciales. Pero no es
tampoco homogénea. De una izquierda que hace unos años
se pensaba todavía revolucionaria, se han ido desgajando
y delimitando algunos sectores. Uno transita hacia la derecha o
el Apra. Aparentemente la mayoría quiere persistir tercamente
en el centro. Se empeña en las reformas. Muy pegado a ellos
hay también un sector, más pequeño, que quiere
ser revolucionario, no criminal, que quiere remover las estructuras,
no reformarlas, que empieza a plantearse el problema de la construcción
de un socialismo original. Todavía no existe una alternativa
revolucionaria diferente cuajada. Requiere de esfuerzo, de creación,
están allí sus elementos pero no puede crecer liderada
por profesionales de clase media.
No repetir, crear otro tipo de dirigente. Dar cabida a otros sectores
sociales y a los jóvenes. Ellos no deben seguir haciendo
lo mismo, no pueden seguir pensando como hace veinte años.
Las cosas han cambiado.
Hay quienes sienten su urgencia y quienes piensan que tienen tiempo.
Es más, no es sólo un problema de tiempo. Hay también
uno geográfico. Las posibilidades de acción política
son diferentes según las regiones del país. Los problemas
no se pueden pensar igual desde Lima, desde Ayacucho o la región
central.
No se tome todo esto como una crítica por alguien -insisto-
que se imagina por encima. Todo lo contrario. Es en parte una autobiografía.
Termino evitando ponerme como ejemplo de cualquier cosa. Lo cierto
es que, como en otros sitios, hemos sido una intelectualidad muy
numerosa, pero a la vez poco creativa. Incapaces de dar a nuestro
propio país la posibilidad de un marxismo nuevo. Intelectuales
y políticos ignoran el pasado, la historia, lo que han sido.
Demasiado modernos. Incapaces de elaborar un proyecto. Insisto que
mientras en muchos otros países latinoamericanos el socialismo
ha sido destruido, aquí sigue vigente. Todavía. A
pesar de estar arrinconado. La izquierda se divide. La mayoría,
en estos momentos, parece derechizarse. Pero también está
esa minoría que se radicaliza. Hay una posibilidad de izquierda
en todo esto, pero debe tomar forma.
Muchas gracias a todos los amigos y desde luego, sobre todo, a quienes
discrepan conmigo. Siempre mi estilo agresivo pero que no anula
el cariño y el agradecimiento con todos ustedes, más
aún con quienes más he discutido. Discrepar es otra
manera de aproximarnos. Y, desde luego, cuando acudieron a ayudarme
no les interesó saber qué posición tenía
en la cultura o en la política.
Un abrazo. ¡Qué buenos amigos!
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